No puedo sentarme a decirte. La pena que me da. No puedo soltar tu mano. Y arrepentirme. Riendo. Dejarte. Dejar de hacer el huequito para escapar del mundo. En la comisura de tus labios. Escapar de la realidad.
te he dado el universo.
He lamido tu cuello como la última gota de agua de mi ciudad.
Te he dado alegría con tanta furia que mis piernas dolieron varios días después. Y recién ahora tuve el valor de hurgar en mi memoria en busca de un ataque de vergüenza.
y sin embargo
He contagiado mi nerviosismo a los signos de puntuación.
He regalado en carcajadas mi malestar. Y he preferido creerte. Tragarme las consecuencias.
Ver cómo se queman los focos de lo que alguna pareció mi luz interior.
Un par de focos Philips de 80 watts, debajo de la ropa en la que me escondo. Tampoco había algo sobre la piel. Todo se quedó en la lavadora y corrió por la cañería camino a la cloaca. Ahora ese poco de mí es motivo de protestas.
Ahora mírame.
He mordido tu boca. Bajo el interruptor. Evito la interrupción. Porque esta noche soy cualquier cosa. Más yo que nunca. Indefinible. Irrecordable. Irreconocible. Irremediable. Irreconciliable.
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